Leyenda Urbana: La cueva del toro en Campeche
La leyenda cuenta que al dar las doce de la noche se escuchaba la respiración de la bestia que feroz salía hacia los baluartes

A medida que la noche cae sobre el Barrio de San Román y las campanadas de la iglesia resuenan en el aire, una atmósfera de temor se apodera de las calles. La leyenda que ha marcado esta parte de la ciudad durante siglos asegura que no hay ser humano que se atreva a caminar por allí pasadas las doce de la noche, a menos que sea por una necesidad desesperada. Y es que, al dar las campanadas de medianoche, comienza a sonar la respiración de la bestia, un toro feroz que, según la tradición, sale de su guarida y se dirige hacia los baluartes de la ciudad.
Los guardianes de estas murallas, aterrados ante su presencia, disparan en su dirección sin lograr detenerla. Más bien, cada intento parece enfurecer al toro, quien embiste con mayor fuerza contra la muralla, para luego continuar su camino hacia el centro de la ciudad. Antes del amanecer, la criatura regresa a su cueva, dejando tras de sí una sensación de horror en los habitantes.
Durante su recorrido, la bestia llegaba a un cruce de calles en forma de cruz en el centro de la ciudad. Allí, su rugido se hacía más fuerte, mientras rasgaba la tierra con sus patas. En ese momento, el toro se transformaba en un caballero encantado, quien se dirigía hacia la casa de alguna bella dama, a quien hechizaba con su presencia y le citaba para la medianoche del día siguiente, en la entrada de su cueva.
Al amanecer, las mujeres que habían sido visitadas por el misterioso caballero se despertaban soñadas, convencidas de haber estado con su príncipe azul. Sin embargo, al caer la noche, muchas de ellas se preparaban para cumplir la cita, sin saber el destino que les esperaba. Al llegar a la cueva, el toro, ya en su forma humana, las abrazaba y las llevaba a lo profundo de la oscuridad, donde se perdían para nunca regresar.
La leyenda cuenta que, cansados del terror que la bestia sembraba, los habitantes decidieron actuar. En un intento por acabar con ella, desviaron las corrientes de agua de las lluvias hacia la cueva, con la esperanza de ahogarla. Sin embargo, esta estrategia resultó inútil, pues al poco tiempo el toro reapareció con su siguiente víctima. Cuando los valientes campechanos intentaron atacarlo, protegidos con cruces y talismanes, no lograron hacerle daño alguno.
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— El Momento (@ElMomentoOfic) April 7, 2025
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En un acto final de venganza, el toro, armado con un cuchillo, arrancó el corazón de uno de los atacantes y, tras este macabro gesto, se transformó en un frondoso árbol de mamey. Este árbol, que aún se puede ver en la entrada de la Cueva del Toro en el Barrio de San Román, es testigo de la leyenda que ha perdurado a través de los años.
Se asegura que, en las noches más oscuras, aún se puede escuchar el rugir del toro en las cercanías de la cueva, como un recordatorio del misterio y el terror que siempre acompañan a esta antigua leyenda.