Opinión

Nada que decir

CONSTELACIONES LECTORAS - Rosely E. Quijano León

¿Alguien ha padecido de infoxicación? Estoy segura que sí, tal vez sin saberlo. El término técnicamente se refiere al exceso de información que recibimos a diario por las redes sociales y los medios de comunicación, lo que provoca una sobrecarga mental que abruma, cansa, nos deja sin nada que decir y desemboca en problemas que pueden afectar nuestra salud mental.

Al parecer el concepto no es tan nuevo, se le adjudica al empresario Alfons Cornella quien lo usó por primera vez en 1996 para referirse al exceso de información. A “estar siempre ‘on’, recibir centenares de informaciones cada día, a las que no puedes dedicar tiempo. No poder profundizar en nada, y saltar de una cosa a la otra”.

Algo que llama la atención: el escritor Daniel Cassany menciona en su texto “Comprender en la red” que la infoxicación y la posverdad son enfermedades de este siglo. Por un lado, esa sobrecarga de información de la que hablábamos y, por el otro lado, la posverdad que se refiere a la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”

Pero en realidad ¿saben quién nos advirtió de todo esto muchos siglos antes sin imaginar que existiría el internet? Sor Juana Inés de la Cruz, nuestra décima musa. Sí, Sor Juana en su obra cumbre “Primero sueño” habla justamente de ese anhelo que tiene de poder acceder a todo el conocimiento que existe en el universo, y su alma intenta varias veces, sin éxito, lograrlo, hasta cegarla. De ahí que nos hagan ahora mucho eco estos versos suyos: “Y por mirarlo todo, nada vía/Ni discernir podía…”.

Eso nos sucede hoy, miramos todo y nada a la vez, no podemos discernir, ni digerir tanta información, y con la irrupción de la inteligencia artificial todo esto se agudiza aún más. ¿Somos conscientes del daño que eso provoca a nuestra salud mental? Probablemente no del todo.

Me doy cuenta cuando una mañana intento escribir esta columna y simplemente no tengo nada que decir, me doy cuenta de que hace semanas no leo un libro y a pesar de que están sucediendo tantas desgracias que me indignan muchísimo, no puedo escribir ni decir nada al respecto.

Así comprendo, que no por nada he perdido la motivación o las ganas de leer un libro o escribir algo, son síntomas de estas enfermedades silenciosas.

Con la rapidez con que se viraliza un hecho, con el exceso de información que se produce y la polarización de la opinión pública, aunado a la violencia digital que se genera, pensar y analizar crítica y objetivamente ese hecho puede parecer lo menos relevante.

La gente a veces ni siquiera lee completo un texto, aunque sea breve, o no mira completo un video, aunque sea de menos de dos minutos, pero sí están dispuesto a opinar, o más bien a insultar y agredir.

Hay un libro relacionado con todo esto, imprescindible para leer en estos tiempos: “Infocracia” del filósofo Byung-Chul Han, donde contundentemente habla con mucha claridad lo que vivimos hoy con la llamada racionalidad digital que se genera con el big data y la inteligencia artificial. Nos predice un futuro, ya muy próximo, en el que la verdad carece por completo de importancia. Porque “ni el discurso ni la verdad son virales”.

Es una lectura necesaria que nos invita a la reflexión, a la duda, al análisis de nuestro propio comportamiento social e individual para no dejarnos “acarrear” o convertirnos en mero “ganado laboral”, a no perder nuestra capacidad de crítica y nuestro propio punto de vista.

Estamos viviendo unos cambios súper complejos que tal vez, mi generación, no logremos comprender del todo antes de desaparecer de este mundo y convertirnos en un mero alimentador de algoritmos e información.

No tenemos que opinar de todo, ni tenemos que saberlo todo, tal vez debamos darnos una pausa o moderar nuestro consumo de redes sociales, un detox digital para reflexionar, para disfrutar también de las cosas mundanas, para reconectarnos con nosotros mismos o nuestros seres queridos. Vienen fechas importantes para hacerlo. Y si no tenemos nada que decir, no digamos nada, dejemos mejor el espacio vacío o la página en blanco…

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