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Oni japoneses: entre el miedo, la protección y la veneración popular

De espíritus temibles a símbolos rituales — cómo los oni atraviesan la historia, las fiestas y la devoción local en Japón

Orígenes y evolución: del fantasma continental al ogro territorial

La palabra japonesa oni (鬼) comparte un origen con el carácter chino que se refiere a espíritus o fantasmas, pero en Japón su significado se reformuló hasta convertirse en una figura corpórea —a menudo gigantesca, cornuda y con piel roja, azul o negra— dotada de fuerza descomunal y tendencias violentas. La introducción de conceptos religiosos y literarios desde China, junto con el desarrollo del budismo y prácticas locales, contribuyó a que el oni se transformara de un simple “espíritu” en un tipo definido de yōkai (criatura sobrenatural) con lugares preferentes —montañas, cuevas o el propio inframundo— y atributos físicos concretos. Estas transformaciones están bien documentadas por enciclopedias especializadas y estudios folklóricos.

Con el tiempo, esa imagen se enriqueció con leyendas regionales (por ejemplo, Shuten-dōji o Ibaraki-dōji) que consolidaron la iconografía del ogro: maza (kanabō), piel de tigre, dientes prominentes y un temperamento destructivo. Al mismo tiempo, la tradición japonesa fue capaz de matizar la noción de oni: no todos son absolutamente malvados, y en contextos rituales pueden convertirse en figuras ambivalentes o incluso funcionarias protectoras.

Oni en la vida ritual: expulsión, purificación y “veneración” utilitaria

La relación cotidiana con los oni es eminentemente práctica: muchas ceremonias públicas y domésticas se articulan alrededor de la idea de expulsar esos espíritus nocivos o, en ciertas variantes, invitar a agentes sobrenaturales para que cumplan una función protectora.

El ejemplo más difundido es Setsubun, la festividad del cambio de estación donde familias y templos celebran el rito del mamemaki —lanzar frijoles tostados mientras se grita “¡Oni wa soto! ¡Fuku wa uchi!” (¡Fuera demonios! ¡Dentro la buena fortuna!)— como forma de purificación colectiva y de arranque afortunado del nuevo ciclo agrícola. Esta práctica, con raíces en cortes imperiales y en transformaciones medievales, sigue viva en templos y hogares en todo Japón.

En el extremo norte, las figuras llamadas Namahage son una versión local del encuentro ritual con “demonios”: durante Año Nuevo, hombres en máscaras de oni y capas de paja descienden de las montañas para visitar casas, reprender malos comportamientos (sobre todo de niños) y traer bendiciones y alimentos. Aunque su aspecto intimida, la finalidad social es disciplinaria y protectora: limpiar la comunidad de pereza o negligencias y asegurar prosperidad. Estudios etnográficos y museos locales detallan cómo la máscara-oni funciona aquí como instrumento de cohesión social.

De monstruos a amuletos: el lado “protectivo” del oni

La ambivalencia del oni se vuelve tangible en objetos y arquitectura. Las onigawara (tejas ornamentales con rostros demoníacos) coronan tejados de templos y casas tradicionales con la intención explícita de repeler la mala suerte y proteger la edificación. En otras palabras: la efigie de lo temible se usa como talismán contra lo peor. Esta lógica —usar la imagen de lo maléfico para contenerlo— aparece con frecuencia en culturas del mundo y, en Japón, está muy ligada al uso práctico de imágenes de oni.

Del mismo modo, ciertas fiestas llamadas Oni Matsuri (festivales del demonio) se celebran en distintas localidades —Toyohashi, Takisanji, Yoshinoyama, entre otras— y combinan procesiones, danzas, fuego y máscaras: escenas destinadas a exorcizar males, marcar el calendario y, en el caso de algunos eventos, atraer turistas y revalorar tradiciones locales. Aunque espectaculares, estos festivales remiten a una función ritual que no equivale a “adoración” en sentido teísta, sino a usar la figura del oni como mediadora entre lo humano y las fuerzas que deben gestionarse.

Iconografía y representaciones populares: del teatro al manga

La iconografía del oni ha sido reproducida desde el arte clásico —grabados, pinturas y relatos épicos— hasta la cultura pop contemporánea (manga, anime, videojuegos). En el teatro nō o kabuki y en el arte ukiyo-e aparecen oni que simbolizan peligros morales o fuerzas exteriores; en la cultura popular moderna se les reinterpreta, humoriza o incluso humaniza, contribuyendo a que su presencia sea constante en la imaginación japonesa. Así, la figura atraviesa registros elevados y populares, manteniendo su capacidad simbólica para representar temores, límites y, paradójicamente, protección.

¿Se venera a los oni? Matices entre devoción y funcionalidad

Hablar de “veneración” de los oni exige matices: no es habitual que se les rinda culto como a un kami benéfico en el sentido formal del sintoísmo. Sin embargo, en prácticas locales y populares existe una relación ritual que puede incluir honores, ofrendas o actos que reconocen su poder. En muchas comunidades rurales, el respeto ritual hacia ciertos espíritus peligrosos —incluida la figura del oni— sirve para negociar la convivencia con fuerzas vistas como impredecibles (clima, enfermedades, escasez). En suma: más que culto teísta, suele tratarse de prácticas pragmáticas de control y propiciación. Investigaciones etnográficas y artículos de divulgación explican esta distinción.

Perspectiva contemporánea: turismo, patrimonio y reinterpretaciones

Hoy, los oni forman parte del patrimonio inmaterial que Japón exhibe al mundo: festivales se promocionan como atractivos turísticos, máscaras tradicionales se venden como artesanía y los rituales se reinterpretan en clave moderna para mantener vigentes prácticas ancestrales. Al mismo tiempo, académicos y curadores trabajan para documentar orígenes y significados, preservando el balance entre espectáculo y responsabilidad cultural. Recursos oficiales de prefecturas y museos locales muestran cómo estas prácticas se mantienen vivas y son objeto de estudios y políticas de salvaguarda.

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