Navidad bajo el sol: Vitel Toné y fuegos artificiales, el sorprendente festejo de Argentina

Lejos de la nieve, Argentina celebra la Nochebuena con 30°C de calor, platos fríos y una explosión de fuegos artificiales a medianoche. Es una tradición vibrante que mezcla la herencia italiana con la pasión sudamericana.
Si un viajero del hemisferio norte visita Argentina en diciembre, vivirá una Navidad completamente surrealista. Olvida la nieve, los abrigos de lana y las bebidas calientes junto a la chimenea. La Navidad en Argentina es un evento de verano, una celebración calurosa, ruidosa y profundamente social que tiene lugar bajo un sol implacable, definiendo una tradición única que es un tesoro desconocido para gran parte del mundo.
La Nochebuena, el 24 de diciembre, es la fecha central. Las temperaturas en Buenos Aires, Córdoba o Mendoza frecuentemente superan los 30°C (86°F). Esta fiesta, lejos de ser un momento de recogimiento silencioso, es una explosión de fuegos artificiales, sidra fría y platos heredados de los inmigrantes europeos que se adaptaron al calor del Cono Sur.

El Sabor de la Nochebuena: Vitel Toné y Asado Frío
La primera sorpresa para el viajero es el menú. En Argentina, la cena de Navidad se sirve, en su mayoría, fría. El rey indiscutido de la mesa, el platillo sin el cual la Navidad no está completa, es el Vitel Toné. Esta es una herencia directa de la inmigración italiana (específicamente del Piamonte), que los argentinos han adoptado como propio y que es casi inexistente en el resto de Latinoamérica.
Es una preparación de carne de ternera (peceto) cocida, cortada en finas rodajas y cubierta generosamente por una salsa cremosa hecha a base de atún, mayonesa, anchoas y alcaparras. Aunque suene extraño para el paladar no acostumbrado, es el sabor de la Navidad argentina. Acompañándolo, es común encontrar “ensalada rusa” (papas, zanahorias y mayonesa), y las sobras del asado (parrillada) del día anterior, que se comen frías junto a una variedad de ensaladas frescas.
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La Medianoche: Brindis, Pirotecnia y “Globos”
La cena se extiende, pero toda la familia mira el reloj. A las 12:00 AM en punto, la celebración estalla. Literalmente. Es el momento del brindis, tradicionalmente con sidra (la opción popular y dulce) o champán. Inmediatamente después, el cielo de todo el país se ilumina con una caótica y espectacular guerra de pirotecnia. A diferencia de los shows organizados en otras capitales, aquí cada familia lanza sus propios fuegos artificiales desde sus patios, calles y balcones, creando un estruendo ensordecedor que dura casi una hora.
En muchas zonas, especialmente en los barrios fuera de las grandes ciudades, se mantiene una tradición visualmente poética: la suelta de “globos” aerostáticos de papel (similares a las linternas de Cantoya). Estas pequeñas lámparas de papel se elevan lentamente con el calor de una vela, llenando el cielo nocturno de verano con cientos de puntos naranjas que se alejan en silencio, contrastando con el ruido de los cohetes.
El “Papá Noel de Verano” y la Ropa Blanca
El calor define el código de vestimenta. Es una tradición muy arraigada “estrenar” ropa nueva en Nochebuena. Debido a las altas temperaturas, es muy común que esta ropa sea de color blanco o tonos claros. El blanco ayuda a sobrellevar el calor y simboliza la paz y la pureza de la fiesta.

Incluso Papá Noel (Santa Claus) debe adaptarse. En el imaginario argentino, se bromea con que Papá Noel llega en bermudas, sudando mientras entrega los regalos exactamente a medianoche, justo después del brindis principal. Los regalos no esperan a la mañana del 25; se abren inmediatamente después de los fuegos artificiales.
Un Destino de Contrastes: De la Ciudad al Sur
Si bien Buenos Aires ofrece la fiesta urbana más explosiva, hay destinos que ofrecen una Navidad diferente. En la Patagonia, ciudades como Bariloche (conocida como la “Suiza argentina”) intentan replicar la Navidad europea. Instalan un pino gigante en el Centro Cívico y decoran sus tiendas de madera con nieve artificial, creando un escenario alpino en pleno verano. En el noreste, en Misiones, la influencia guaraní se mezcla con el calor húmedo de la selva. Sin embargo, la esencia es la misma: una celebración familiar que prioriza la comida fría y la explosión de alegría a las 12 en punto.







