El acuario del desierto: Bahía de Concepción, la joya oculta de Baja California Sur

En la costa oriental de la península de Baja California, donde las montañas rojizas del desierto se encuentran abruptamente con el Mar de Cortés, se esconde un paraíso de aguas tranquilas. Bahía de Concepción, una de las bahías más grandes de México, es un santuario de playas vírgenes y aguas turquesa que aún escapa del radar del turismo masivo, pero que se perfila como la próxima gran joya de México.

Un laberinto de playas vírgenes
A diferencia de Los Cabos, Bahía de Concepción no es un solo destino, sino un laberinto de más de 80 kilómetros de calas y ensenadas protegidas. Ubicada al sur del heroico pueblo de Mulegé, la bahía es un espectáculo visual. El cardón (el cactus gigante) domina el paisaje desértico, creando un contraste surrealista con el agua cristalina y cálida del Mar de Cortés, un lugar que Jacques Cousteau bautizó como “El Acuario del Mundo”.
El Requesón: La playa que se puede caminar
El potencial de Bahía de Concepción radica en sus playas rústicas y de acceso sencillo desde la Carretera Transpeninsular. Entre las más famosas se encuentran Santispac, Playa El Coyote y la más icónica: El Requesón. Esta última es una media luna de arena blanca famosa por su banco de arena que, durante la marea baja, la conecta con una pequeña isla desierta, permitiendo a los visitantes caminar literalmente a través del mar.
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Un paraíso “Off the Grid”
El encanto de Bahía de Concepción es su autenticidad. Aquí no hay resorts de lujo ni grandes hoteles. El alojamiento consiste en palapas rústicas en la playa, administradas por las cooperativas locales (ejidos), y espacios para camping y motorhomes. Es un destino ideal para el “slow tourism”: los días transcurren entre el kayak, el paddleboard, el snorkel y la contemplación de un cielo nocturno sin contaminación lumínica, ideal para la observación de estrellas.
Un ecosistema frágil con potencial mundial
La bahía es un refugio crucial para la vida marina, incluyendo delfines, tortugas y, en temporada, el tiburón ballena. Su belleza y tranquilidad han comenzado a atraer a viajeros de “van life” y aventureros de todo el mundo. El reto de Bahía de Concepción es gestionar este creciente interés, protegiendo su frágil ecosistema para mantener la magia que la convierte en uno de los últimos paraísos vírgenes de México.






