
Max Verstappen aprovechó el parón en el calendario de la F1 para desafiar uno de los circuitos más icónicos del automovilismo: el Nordschleife. El neerlandés participó en la séptima ronda de la Nürburgring Endurance Series (NLS) con el objetivo de sumar los requisitos necesarios para obtener la codiciada “licencia Nordschleife”, indispensable para conducir coches GT3 en este trazado histórico de 20,8 kilómetros.
El piloto de Red Bull Racing compartió volante con Chris Lulham al mando de un Porsche Cayman GT4 #980, configurado con 300 caballos de fuerza, dentro de la categoría CUP3(G). Desde el inicio mostró su habitual agresividad controlada, logrando una destacada actuación en la sesión de clasificación, donde se ubicó sexto pese a la inferioridad mecánica frente a autos más potentes. Durante la carrera de cuatro horas, Verstappen completó el primer relevo con consistencia, permitiendo que su equipo se quedara con el triunfo en su subcategoría y el séptimo lugar en la general de CUP3 tras completar 14 vueltas.

Aunque un incidente con su segundo vehículo, el Cayman #89 de la clase SP7, le impidió cumplir todos los requisitos exigidos por la organización, su rendimiento podría ser suficiente para que el comité de la NLS le otorgue la licencia especial. Esto abriría la puerta a su gran meta: competir en las 24 Horas de Nürburgring en 2026, consolidando su versatilidad más allá de la Fórmula 1.
El Nordschleife, inaugurado en 1927, es célebre por su trazado sinuoso, sus 73 curvas y sus cambios de elevación que atraviesan densos bosques, ganándose el apodo de “Infierno Verde”. Para Verstappen, este circuito representa un desafío tan apasionante como exigente, un escenario perfecto para demostrar su capacidad de adaptación y su pasión por todo tipo de competencias.
Si el permiso es confirmado, Verstappen podría unirse al selecto grupo de pilotos que han triunfado en varias disciplinas del automovilismo, reafirmando que su talento no tiene límites y que el Nordschleife es solo otro capítulo en su historia de éxitos.