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El Puente de los Perros: leyenda y piedra viva en Campeche

En el corazón histórico de Campeche, hay un rincón que no pasa desapercibido: el Puente de los Perros. Más que un paso elevado, es un vestigio que conecta el presente con los ecos del pasado colonial. Construido en el siglo XVIII con piedra caliza y arcos robustos, este puente sirvió originalmente para facilitar el tránsito entre los barrios populares y el centro amurallado. Sin embargo, lo que lo hace único no es solo su arquitectura, sino la leyenda que lo envuelve.

El nombre del puente nace del imaginario popular: según la tradición oral, en las noches silenciosas solían reunirse jaurías de perros callejeros bajo sus arcos. Algunos aseguraban que eran los guardianes invisibles de la ciudad, otros los vinculaban con presagios y espíritus errantes. Esta leyenda urbana ha perdurado a través de los años, dándole al sitio un aire místico que atrae tanto a locales como a visitantes atentos a los relatos no escritos en los libros de historia.

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Caminar por el Puente de los Perros hoy es transitar sobre memoria. A pesar del crecimiento urbano y los cambios en el paisaje campechano, su estructura se mantiene firme, como testigo de siglos de pasos, de lluvias y de voces. Es un lugar que habla sin necesidad de palabras, que invita al silencio y a la contemplación.

Este puente no es el más largo ni el más moderno, pero es uno de los más significativos para la identidad campechana. En su piedra vive la ciudad antigua, en su sombra aún ronda la leyenda, y en su nombre resuena la fuerza de la tradición oral que le da vida a la historia cotidiana.

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