El cazón, un tesoro del mar campechano con historia, sabor y tradición
Este pequeño tiburón, abundante en las costas de Campeche, destaca por sus características únicas, su valor gastronómico y los múltiples usos culturales que ha tenido a lo largo de la historia.

El cazón es un pez cartilaginoso de tamaño moderado que forma parte esencial del ecosistema marino y de la identidad culinaria campechana. Además de ser apreciado por su carne, su piel y dientes tienen un pasado curioso lleno de creencias y usos prácticos.
Un habitante habitual del litoral campechano
El cazón, una especie de tiburón de menor tamaño, habita principalmente cerca de la costa, en profundidades que oscilan entre los 40 y 100 metros. Su cuerpo es alargado y robusto, con una tonalidad gris plateada o gris parduzca en la parte superior, mientras que el vientre es blanco. Posee un hocico prominente, ojos ovalados y dientes planos pero muy afilados.
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Hábitos y alimentación
A diferencia de otras especies de tiburón, el cazón prefiere cazar en grupo y utiliza estrategias colaborativas para atrapar a sus presas. Se alimenta principalmente de sardinas, jureles, caballas, crustáceos e invertebrados marinos. Es ovovivíparo, lo que significa que sus crías se desarrollan dentro del cuerpo de la madre antes de nacer completamente formadas.
Usos y curiosidades
El cazón no solo es valorado por su carne, que es utilizada en platillos típicos como el pan de cazón; su piel áspera ha sido empleada por carpinteros como herramienta natural para lijar madera. En Europa, los ejemplares que rondan los 50 kilogramos son muy demandados por su calidad para fileteado.
En la antigüedad, los dientes de tiburón, incluido el cazón, eran usados como amuletos protectores para niños, e incluso como “pruebas” para detectar venenos en los alimentos. En culturas asiáticas, la sopa de aleta de tiburón, considerada un afrodisíaco, se ha consumido por más de dos mil años.
Una de las formas más sencillas de diferenciar a un cazón macho de una hembra es observando sus aletas pelvianas. Los machos poseen órganos copuladores externos llamados pterigópodos, visibles como extensiones similares a un par de pequeños tubos, ausentes en las hembras.