
Cuando en la pareja se compite en lugar de compartirse.
Hay vínculos en los que el amor empieza como un encuentro, pero con el tiempo se transforma en un campo de batalla: ¿Quién puede más?, ¿quién tiene razón?, ¿quién gana?
Cuando en la pareja se compite, ya no se construye a dúo, se sobrevive a solas.
Es importante que entendamos que muchas veces no es la pareja la que compite, sino las heridas infantiles no resueltas que se activan en la relación.
La necesidad de tener la razón puede encubrir una antigua necesidad de ser visto, valorado, reconocido. El deseo de “ganar” una discusión puede ser el eco de una infancia en la que no hubo lugar para el error sin castigo.
En estas relaciones, el amor se va desgastando porque en vez de sostener al otro, se lo confronta. En vez de sumar, se mide. Y en lugar de dialogar, se impone. Sin darse cuenta, ambos dejan de ser compañeros y se convierten en adversarios emocionales.
Amar no es competir. Amar es poder sostener diferencias sin sentir que eso pone en riesgo el propio valor. Es poder admirar al otro sin sentir amenaza. Es dejar de luchar por ver quién tiene el control, para empezar a compartir el cuidado.
Las parejas que más crecen no son las que piensan igual, sino las que aprenden a no lastimarse con sus diferencias.
Porque el verdadero amor no se gana: se construye.
Cuando muchas veces se cuestiona, esa pareja no durará, ambos tienen un carácter fuerte. Puedo decir que no es de carácter, es de heridas, porque una pareja, entre más heridas tengan ambos sin superar, más podrá hundirse; en cambio, cuando ambos tienen carácter, eso es fuerza, arrojo y pasión para saltar y sostenerse al mismo tiempo, es decir, si tú brincas, yo contigo, y para eso se necesita el carácter en ambos.
Por eso es importante llegar y decir “estas son mis heridas, están sanadas o en proceso”, eso es el acto de más valentía y de amor que se puede entregar a un otro.
Nunca olvidemos que cada día es una nueva posibilidad de comenzar de nuevo, sin importar lo que haya ocurrido antes. Volver a empezar no es rendirse, es un acto profundo de amor propio y valentía. Es reconocer que mereces algo distinto, algo mejor, algo más alineado con quien realmente eres. No necesitas tener todas las respuestas, solo la voluntad de dar un paso distinto, más consciente, más fiel a ti.
No estás retrocediendo: estás eligiendo con más sabiduría. Permítete soltar la culpa, las expectativas, los miedos. Hoy puedes reescribir tu historia con nuevas palabras, nuevos sueños, nuevos caminos.
Confía en ti. Comienza otra vez. Que el Universo no se equivoca, y nos da lo que necesitamos en cada parte de nuestra vida.