Palizada, ¿Cómo llegar y qué hacer?

Al suroeste de Campeche, en la región donde los ríos serpentean entre humedales, se encuentra un tesoro escondido: Palizada, un Pueblo Mágico que parece detenido en el tiempo. Este encantador rincón, asentado a orillas del río que le da nombre —un brazo del imponente Usumacinta—, guarda en su arquitectura, paisajes y tradiciones, la herencia de siglos de historia y comercio.
Un río que cuenta historias
Durante siglos, el río Palizada fue una vía crucial para el transporte de maderas preciosas como el palo de tinte. Aquel comercio no solo impulsó la economía local, sino que también trajo consigo elementos únicos, como las tejas de Marsella que aún coronan los techos a dos aguas de las casas, herencia de barcos europeos que llegaban con ellas como lastre.
Hoy, este mismo río es testigo silencioso de una rica biodiversidad: cocodrilos, manatíes que aparecen cuando caen los mangos maduros al agua, iguanas, aves y monos aulladores componen un paisaje tan vivo como sorprendente.
Riqueza cultural y arquitectónica
La Iglesia de San Joaquín, con su llamativa fachada y torre solitaria, se alza como testigo de la fe local. A su alrededor, el Parque Benito Juárez y los portales cubiertos de tejas ofrecen sombra y un aire colonial difícil de igualar.
Al caer la tarde, un paseo por las calles de Palizada permite admirar sus casas con altos techos, pisos de mosaico y finos muebles de madera. En las puertas, los vecinos conversan o simplemente observan pasar la vida con la tranquilidad de quien no tiene prisa.
Y en un rincón del malecón, una sorpresa: una réplica de la Estatua de la Libertad, erigida en 1949, símbolo del espíritu liberal que caracteriza a los paliceños.
Sabores que conquistan
El mercado local es el corazón del pueblo desde temprano. Ahí, entre pescadores, tamales colados y atole de maíz nuevo, se abre un mundo de aromas y sabores. Platillos como el pejelagarto asado, los tostones, los plátanos rellenos de carne, el chocolomo y la exquisita hueva de topota —el “caviar paliceño”—, muestran la riqueza gastronómica de la región.
Para una experiencia auténtica, no dejes de visitar restaurantes como Grillo Marino o Mi Viejo Palizada.
Naturaleza, tradición y aventura
A pocos kilómetros se encuentra el Cocodrilario, una granja donde también se crían tortugas y que ofrece cabañas y un muelle perfecto para una escapada rústica. Para los amantes de la naturaleza, el Sendero Interpretativo de las Cuatro Estaciones invita a descubrir estaciones como la de las Iguanas o la del Cantemó, en un recorrido lleno de flora, fauna y sabiduría local.
Y si lo tuyo es la cocina, ¿qué mejor que aprenderla navegando? El Taller de Cocina Regional en Barco te lleva por el río para pescar tu alimento y recolectar ingredientes en tierra firme, antes de cocinar tu propio platillo campechano.
Fiestas que dan vida al pueblo
La identidad de Palizada también se expresa en sus tradiciones: la Feria de San Joaquín, la emotiva celebración del Corpus Christi y las ceremonias por el Día de los Fieles Difuntos llenan de color y fe las calles del pueblo.
¿Cómo llegar?
Desde Villahermosa, toma la carretera federal 186 y sigue por la vía Jalapa-Jonuta. Un viaje pintoresco que desemboca en uno de los pueblos más encantadores del sureste mexicano.