
En Nunkiní, una remota comunidad maya, los jóvenes se sumergen en la tradición ancestral de confeccionar trajes únicos: los trajes de osos de Nunkiní. Cada año, durante el carnaval, estos misteriosos seres emergen para cautivar a la población local.
“Es nuestra identidad como nunkinienses, una tradición arraigada en nuestro pueblo. Se enfundan en sacos de yute, con campanas y cuero de venado en la espalda”, comparte Jenifer Nicteha Herrera Moo, estudiante entusiasta.
Los participantes, al vestirse con estos elaborados disfraces, experimentan una transformación interna única. “Al sentir el calor del traje, la adrenalina se desata. Te sientes poderoso con el sonido de las campanas. Es una experiencia indescriptible”, afirma Roque Cohuo Chan, uno de los participantes.
La historia detrás de esta tradición es tan enigmática como los propios osos. Algunos historiadores locales sugieren que tiene más de un siglo de antigüedad, vinculada a las festividades carnestolendas. Otras teorías la relacionan con eventos históricos como la guerra de castas o incluso la llegada de un circo al pueblo.
El elemento de misterio se intensifica con el disfraz, que oculta por completo la identidad de quienes lo llevan. “Bajo el disfraz, las rivalidades se desdibujan. Es una forma de desafío sin rostros reconocibles”, explica un hombre disfrazado de oso.
A lo largo del tiempo, el traje ha evolucionado, incorporando máscaras de luchadores y hojas de guano en lugar de piel de venado. Sin embargo, la esencia de la tradición perdura.
Una vez ataviados, los participantes recorren las calles de Nunkiní, llenándolas de alegría y misterio. “Estoy orgulloso de mi pueblo y sus ricas tradiciones”, dice Antonio Cahun Haas, profesor local, reflejando el arraigo y la pasión que los habitantes sienten por su cultura única.