El último adiós a Dick Cheney: Un funeral de unidad bipartidista que excluyó a Donald Trump

Líderes republicanos y demócratas, incluidos George W. Bush y Joe Biden, se reunieron para despedir al exvicepresidente, en una ceremonia marcada por la notable exclusión del actual mandatario.
En un momento de profunda polarización política en Estados Unidos, la Catedral Nacional de Washington se convirtió este jueves en un inusual escenario de unidad bipartidista. La élite política del país se congregó para rendir homenaje a Dick Cheney, el exvicepresidente fallecido a principios de mes, considerado uno de los estrategas republicanos más influyentes y controvertidos de la historia moderna. Sin embargo, el evento destacó tanto por los presentes como por una ausencia deliberada: la del presidente Donald Trump.
La ceremonia fúnebre reunió a más de mil invitados, creando una imagen poco común en la era actual. Los expresidentes George W. Bush y Joe Biden compartieron espacio, saludando a figuras clave de ambos espectros ideológicos, como el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, y la expresidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Esta convergencia de fuerzas opuestas subrayó el respeto institucional hacia la figura de Cheney, más allá de las feroces críticas que su gestión suscitó en el pasado.

Un cónclave de exvicepresidentes y la sombra de la ausencia
La exclusión de Donald Trump y su vicepresidente, JD Vance, no fue un descuido protocolar, sino un reflejo de las profundas fracturas dentro del Partido Republicano. La hija del difunto, Liz Cheney, fue expulsada del liderazgo republicano en el Congreso precisamente por su firme oposición a Trump y su papel en el comité que investigó el asalto al Capitolio. Trump, quien no ha emitido comentarios sobre el fallecimiento de Cheney, fue vetado de la lista de invitados.
Por el contrario, todos los exvicepresidentes vivos de Estados Unidos —Kamala Harris, Mike Pence, Al Gore y Dan Quayle— asistieron al servicio. A las afueras de la catedral, Mike Pence describió a Cheney como un “patriota estadounidense” que sirvió al país con un liderazgo “tranquilo y firme”. Mientras tanto, JD Vance, cuestionado en otro evento, se limitó a reconocer que “obviamente hay algunas diferencias políticas”, aunque deseó lo mejor a la familia en duelo.
El elogio de Bush y la figura del “vicepresidente más poderoso”
George W. Bush, bajo cuyo mandato Cheney sirvió como el 46º vicepresidente, ofreció un emotivo elogio fúnebre. “Sólido, raro y confiable”, fueron las palabras que Bush utilizó para describir a su antiguo compañero de fórmula, alabando un talento y moderación que, según él, superaban a su ego. “Inteligente y refinado, sin pretensiones”, añadió el expresidente, recordando la relación simbiótica que mantuvieron durante ocho años.
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Los historiadores coinciden en describir a Cheney como el “vicepresidente más poderoso en la historia moderna de Estados Unidos”. Su influencia transformó el cargo, expandiendo significativamente el poder del Ejecutivo y dejando una huella indeleble en la arquitectura del gobierno federal, un legado que fue celebrado por sus aliados en la ceremonia.
Luces y sombras: De la Guerra del Golfo a las armas de destrucción masiva
No obstante, la trayectoria de Cheney es un catálogo de la diplomacia estadounidense que incluye sus capítulos más oscuros. Como secretario de Defensa durante la Guerra del Golfo y luego como vicepresidente, fue el arquitecto de la “Guerra contra el Terrorismo”. Su legado está intrínsecamente ligado a la invasión de Irak en 2003 y a su insistencia en la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein, una afirmación que marcó su carrera y dividió al mundo.
Para sus críticos, Cheney dejó profundas cicatrices tanto en el tejido social estadounidense como en la reputación internacional del país, especialmente por el infame debate sobre el uso de la tortura (“técnicas de interrogatorio mejoradas”) que él defendió. Sin embargo, en sus últimos años, este conservador de línea dura sorprendió al convertirse en un feroz detractor del giro populista de su propio partido. Cheney llegó a calificar a Trump como una “amenaza para la república” e incluso respaldó a Kamala Harris en las elecciones de 2024, un acto final de desafío que explica por qué su funeral reunió a demócratas y republicanos, dejando fuera al actual líder del movimiento MAGA.







