
Por: José Miguel Martínez
Muchos son los gobiernos que han cometido el error de no escuchar a sus pueblos. En la historia hay múltiples ejemplos, desde reyes que han sido decapitados, como el Rey Luis XVI de Francia en la revolución francesa, hasta grandes dictaduras como las de Filipinas, Túnez y Egipto.
En 1789, el pueblo francés luego de años de malas cosechas despilfarros por parte de los reyes, tanto en
guerras como él banquetes y lujos, decidió acudir a Versalles -palacio de los Reyes de Francia- a protestar por la falta de alimento. Corre el rumor de que la Reina María Antonieta al escuchar esto, dijo: “si no tienen pan, que coman pastel”.
Esta respuesta no hizo más que enardecer al pueblo rápidamente. Para 1971, ya con su poder sumamente
debilitado por las revueltas, Luis XVI decidió escapar al Reino de Asturias, donde fue descubierto, apresado y juzgado por traición para después ser decapitado.
En 1986 en Filipinas, después de 20 años de dictadura a manos de Ferdinand Marcos, se convocó a elecciones tras la muerte, a manos del Estado, de Benigno Aquino, principal opositor del dictador. Ante el fallecimiento de Aquino, Marcos se sentía cómodo y con todo lo necesario para ganar, ya que controlaba toda la narrativa del Estado.
Sin embargo, con lo que no contaba es con el hecho de que la esposa de Benigno, Corazón Aquino, se había postulado también… y resultó ganadora. Sin más por hacer, decidió desplegar a los militares en las calles. Y aunque las protestas fueron completamente pacíficas, se declaró
“desacato civil”. En cuanto el financiador del régimen, Estados Unidos -¿quién más?- vio esto, pausó toda ayuda económica al régimen. Esta falta de apoyo no dejó a Ferdinand otra opción que salir huyendo a Hawái.
Por otro lado, en Túnez durante el año 2016, un comerciante ambulante llamado Bouazizi se prendió fuego en señal de protesta. Esta dramática reacción se derivó de la exigencia de un permiso para comerciar en el centro de Túnez; petición que tenía de manera oculta el propósito de
sacarle dinero.
En realidad, este supuesto permiso ni siquiera existía. Ante los hechos, el presidente Ben Ali, que llevaba desde los años 80 en el poder, fue a visitarlo, causando indignación y enojo en la población.
Bouazizi fue la chispa que avivó las protestas de anticorrupción. El comerciante se convirtió en el
símbolo que usaron para protestar en contra de las pocas oportunidades laborales en Túnez. Diez días después, Ben Ali tuvo que dimitir. Sin embargo, las protestas, lejos de pararon ahí, se extendieron a lo largo del norte de África y parte de Oriente próximo.
Egipto fue el próximo en sucumbir a las protestas. El 25 de enero de 2011 los egipcios salieron a las calles
a protestar rápidamente contra el Gobierno de Hosni Mubarak. Después de cortes de internet y de grandes manifestaciones, renunció al poder en favor de su vicepresidente, quien también dimitió a las pocas horas. A esta serie de revueltas se le conoce como la Primavera Árabe, la cual abarcó más de 20 países, incluyendo Arabia Saudita, Bahréin, Siria y Libia, por mencionar algunos.
Los gobiernos que no escuchan a sus pueblos están condenados, inexorablemente, al mismo final. Los que acabo de mencionar sólo son un puñado de ejemplos, pero hay muchos. No se puede sorprender ningún Gobierno o régimen si se enfrentan a este destino, pues es bien sabido que, aquellos que se rehúsan a escuchar lo que el pueblo les dice a susurros, acaban escuchando a gritos







