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Dulce de papaya campechano: el secreto más perfumado del sureste

En los barrios antiguos de Campeche, todavía se acostumbra preparar este dulce con papayas verdes o apenas pintadas.

Entre los aromas más entrañables de las cocinas campechanas está el del dulce de papaya, ese postre de paciencia y fuego lento que guarda el sabor del Caribe y la calma del patio familiar. No es un platillo de restaurante ni una receta para improvisar: es herencia pura, transmitida entre tías y abuelas que dominan el punto exacto en que la fruta deja de ser fresca para volverse joya acaramelada.

En los barrios antiguos de Campeche, todavía se acostumbra preparar este dulce con papayas verdes o apenas pintadas, cortadas en tiras gruesas y reposadas en cal viva para que conserven su firmeza. Luego se cocinan durante horas con piloncillo, canela, clavo y un toque de limón hasta que el almíbar adquiere un brillo ámbar y un aroma que llena la casa entera.

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Cada cucharada sabe a historia. Se sirve en frascos, se regala en fiestas patronales o se acompaña con queso de bola, creando una mezcla de sabores que resume el ingenio campechano. Es sencillo, pero elegante; dulce, pero nunca empalagoso.

Aunque hoy los estantes del mercado estén llenos de versiones modernas, el verdadero dulce de papaya sigue naciendo del fogón de barro y la cuchara de madera. Es una receta que no solo se cocina: se conversa, se comparte, se hereda. Un tesoro discreto del sureste mexicano que, entre azúcar y paciencia, mantiene viva la dulzura de Campeche.

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