El Puente de los Perros: Leyenda oscura de Campeche
La historia se remonta a la época colonial, cuando en dicho puente aparecían cada noche dos perros negros de gran tamaño con ojos llameantes.

En las entrañas del Centro Histórico de San Francisco de Campeche, donde las calles empedradas susurran relatos del pasado, habita una de las leyendas más oscuras y sobrecogedoras del sureste mexicano: la leyenda del Puente de los Perros. Este sitio, envuelto en un halo de misterio, ha sido testigo de relatos paranormales que han sobrevivido por generaciones, convirtiéndose en un punto obligado para quienes buscan experimentar el lado más sombrío del folclore campechano.
La historia se remonta a la época colonial, cuando en dicho puente —hoy prácticamente escondido entre el concreto moderno— aparecían cada noche dos perros negros de gran tamaño con ojos llameantes. Los vecinos de la zona aseguraban que estas criaturas no eran animales comunes, sino entes infernales que vigilaban el paso hacia lo desconocido. Quienes intentaban acercarse eran recibidos con gruñidos aterradores y, en algunos casos, desaparecían sin dejar rastro. Se decía que estos perros eran guardianes de un tesoro maldito o almas en pena que purgaban una antigua condena.
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Con el paso del tiempo, el Puente de los Perros fue ganando fama como un sitio maldito. Los relatos de apariciones, lamentos nocturnos y sombras que se desvanecen con el alba lo posicionaron como uno de los lugares más temidos del Campeche antiguo. Incluso hoy, algunos lugareños prefieren evitar el área después del anochecer, aferrándose a oraciones y viejas supersticiones que han pasado de boca en boca durante décadas.

Aunque las autoridades y cronistas modernos han intentado explicar el fenómeno como parte de la rica tradición oral de la región, la leyenda del Puente de los Perros sigue viva. Turistas y curiosos visitan el lugar con la esperanza de captar alguna manifestación o simplemente para sentir el escalofrío de estar en un punto cargado de historia, energía y misterio. Porque en Campeche, donde el pasado aún respira entre murallas y callejones, hay leyendas que se niegan a morir.