Pomuch, pueblo de Campeche con gran tradición y colorido
Lejos de ser una escena lúgubre, el cementerio de Pomuch se llena de vida, color y flores.

En el corazón del estado de Campeche, entre caminos de tierra roja y selva espesa, se encuentra Pomuch, un pequeño pueblo que guarda una de las tradiciones funerarias más singulares y conmovedoras de México. Aunque a simple vista parece una comunidad tranquila y rural, Pomuch se transforma cada año en escenario de un ritual ancestral que desafía el tabú de la muerte y la resignifica como un vínculo de amor y memoria.
Aquí, la muerte no se esconde ni se teme; se limpia. Literalmente. En Pomuch, las familias exhuman los restos de sus difuntos, los colocan en pequeños osarios visibles y, con total naturalidad y respeto, limpian sus huesos mientras les hablan, les cantan o simplemente los contemplan. Esta práctica, conocida como “la limpieza de los huesos”, se realiza especialmente durante los días previos al Día de Muertos, aunque en realidad es una costumbre viva durante todo el año.
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Lejos de ser una escena lúgubre, el cementerio de Pomuch se llena de vida, color y flores. Los huesos descansan sobre lienzos bordados a mano —generalmente con los nombres del difunto— y los osarios son pintados, arreglados y decorados como quien arregla la casa para recibir visitas importantes.

Esta tradición, que mezcla costumbres maya prehispánicas con el catolicismo popular, ha llamado la atención de antropólogos, viajeros y curiosos de todo el mundo. Pero para los pobladores de Pomuch, no es una atracción ni un espectáculo: es su manera de seguir cuidando a quienes ya partieron, de mantenerlos presentes y de demostrar que el verdadero olvido llega cuando dejamos de hablar de los muertos.
Pomuch no solo conserva una tradición única en México, también nos recuerda que hay otras formas de relacionarnos con la muerte: más humanas, más cercanas, más amorosas.