
De todas las lecciones que la vida me está enseñando, la principal es esta: Sin salud no hay nada, hay decisiones que debemos tomar, hay cambios que deben ocurrir, hay miedos que tenemos que afrontar, hay lágrimas que debemos derramar y nuevos comienzos que deben florecer dentro de nosotros.
Incluso cuando pensamos que no somos capaces de soportar algo, el tiempo nos demostrará que somos más fuertes de lo que pensamos y más valientes de lo que imaginamos.
En la vida, la verdadera coherencia radica en la alineación entre nuestros pensamientos, nuestras palabras, y nuestras acciones.
Si quiero estar bien, debo hacer algo para estarlo, no solo querer y pensarlo. Si constantemente nos saboteamos, el verdadero poder de cambio reside dentro de uno mismo, y si estamos dispuesto a serlo.
Los paradigmas que pueden transformar nuestra vida no dependen del entorno externo ni de expectativas divinas. Son moldeados por nuestras elecciones conscientes y la claridad de nuestros propósitos.
Tú y solo tú puedes hacerlo.
Somos los arquitectos de nuestro bienestar, para ello hay que tomar el mando de nuestra vida, establecer límites claros y redefinir el entorno para reflejar nuestro verdadero ser.
Muchas veces sentimos que atraemos muchas situaciones o personas conflictivas, difíciles y densas, y no entendemos por qué. La respuesta está en los límites que establecemos, en las decisiones que tomamos sobre a quién permitimos ingresar a nuestro espacio vibracional y en la responsabilidad que asumimos por nuestra propia felicidad.
La conexión con lo divino no es un acto de fe pasivo, sino el resultado de nuestras intenciones diarias y de acciones consistentes. Es el reflejo de lo que permitimos en nuestra vida y cómo moldeamos nuestra realidad. Actuamos desde lo que realmente queremos o desde la complacencia, y dejamos nuestra vida por el otro.
En estos tiempos no hay espacio para los “imprevistos”. Todo lo que manifestamos, desde nuestros pensamientos hasta nuestras acciones, moldea nuestra experiencia terrenal y redefine la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos y con el mundo.
Nunca olvides que todo es impermanente, que el cambio es la única constante y que la magia se esconde en cada momento.
El universo jamás te quitará algo sin un plan para darte algo mejor. Nuestra única tarea para que esto suceda es mantener la certeza que algo mejor llegará.
Nos somos quienes fuimos ayer, evolucionamos a cada momento y nos descubrimos a cada instante, porque si eso no sucede, sino elevamos nuestro crecimiento personal, espiritual, vamos muriendo de a poco.
No te traiciones para encajar, para complacer. Sé fiel a tu esencia y todo fluirá a tu favor.
Muchas veces la vida se nos mueve y nos tumba de una patada. Es importante tomarlo como el impulso que necesitábamos para llegar más lejos y movernos a mejores lugares.
Sanar las heridas requiere de un nivel elevado de sinceridad contigo mismo, no hay nada más retador que darte cuenta de que quien se pone el freno eres tú mismo.
Para sanar hay que empezar por voltear a ver el cuerpo físico, ser respetuoso con el mismo, ejercitándose, comiendo bien, tomando baños de Sol, haciendo pausas, respiraciones, hidratándolo y descansando.
Lo anterior, ayudará a lograr un despertar de conciencia, lo que implica que nos demos cuenta de que somos seres de luz viviendo una experiencia humana.
Y con este despertar comienza el ser interno a buscar otros valores. Comienza a querer meditar, visitar lugares místicos, buscar información, alejarse del extremo materialismo, a disfrutar de la naturaleza, a querer visitar el mar, a ser más empático, a equilibrar el “ego”, comienza a mirar el universo, a las estrellas y la luna, se desarrollan dones sanadores o llega tu misión en otro sentido, de querer ayudar, por ejemplo.
Irónicamente, cuando empezamos a mejorar, a descubrir más nuestro ser, muchas veces nos ponemos tristes, porque comenzamos a comprender cuánto nos hemos perdido, cuánto nos han fallado ciertas personas, y lo que hemos perdido de tiempo para disfrutar de nuestra verdadera luz.
Que la vida nos dé el tiempo para darnos cuenta de que el verdadero lujo es una vida tranquila, estar bien, hacer el bien, verse bien y sentirse bien. Que no se te pase la vida sin acordarte de lo mucho que mereces sonreír y disfrutar.
Y en este camino no olvides que las personas adecuadas llegarán y te escucharán de manera diferente. Y ahí tu alma vibrará y no necesitarás saberlo, solo lo sentirás.
Gracias, 22, por acompañarme y sostenerme.