En lo profundo de la selva de Champotón, Campeche, se esconde uno de los cenotes más imponentes del sureste mexicano: Miguel Colorado. A diferencia de los cenotes turísticos de Yucatán o Quintana Roo, este paraíso natural se mantiene alejado del bullicio, conservando su esencia salvaje y su atmósfera tranquila. Rodeado de vegetación espesa y acantilados naturales, el sitio ofrece una experiencia distinta, más íntima y conectada con la naturaleza.
El cenote tiene un diámetro aproximado de 250 metros y aguas de un azul profundo que contrastan con el verde intenso de la selva. Su entorno es ideal para realizar actividades como senderismo, kayak, tirolesa o simplemente nadar en sus aguas frescas. No es una atracción hecha para las multitudes: es para quienes buscan aventura sin filtros, caminatas entre árboles y el sonido de la vida silvestre como única música de fondo.
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Una de las particularidades del lugar es la presencia de murciélagos que habitan las oquedades cercanas y salen en vuelo al atardecer, ofreciendo un espectáculo natural que deja sin palabras. También es común avistar monos, aves y otras especies propias de la región. Aquí, el turismo convive con la conservación, gracias a un proyecto comunitario que protege el ecosistema y genera empleo local sin sacrificar el entorno.
Visitar Miguel Colorado implica adentrarse por caminos de terracería y llegar a un sitio donde no hay lujos, pero sí autenticidad. Hay servicios básicos, renta de equipo y guías locales que enriquecen la experiencia con su conocimiento del lugar. No es un parque temático: es un espejo de agua en el corazón de la selva que invita a mirar hacia adentro y a reconectar con lo esencial.
El Cenote Miguel Colorado no necesita luces ni espectáculos para impresionar. Su fuerza radica en su silencio, su escala y su belleza natural. Es uno de esos lugares que no aparecen en todos los folletos, pero que se quedan grabados en la memoria mucho después de haberlos visitado.



