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El Puente de los Perros: la joya histórica y misteriosa del barrio Santa Ana en Campeche

Construido en 1830, este puente combina arquitectura, leyendas y amor familiar con esculturas de perros que le dieron su nombre popular.

En pleno barrio de Santa Ana, en Campeche, se encuentra una de las estructuras más singulares del estado: el Puente de los Perros. Encargado por el general Francisco de Paula Toro como un gesto de amor hacia su esposa Mercedes López de Santa Anna, este puente no solo destaca por su valor arquitectónico, sino también por las esculturas de piedra de dos perros, símbolo de historia, afecto y tradición.

En medio de las calles del tradicional barrio de Santa Ana, aún se conserva una de las construcciones más pintorescas y con mayor carga simbólica de la ciudad: el Puente de los Perros, una obra del siglo XIX que, aunque modesta en tamaño, destaca por su historia, su arquitectura y las leyendas que lo envuelven.

El puente fue mandado a construir en 1830 por el general Francisco de Paula Toro, comandante militar de la plaza de Campeche, con el propósito de facilitar los paseos dominicales de su esposa, Mercedes López de Santa Anna, por la zona. El paso cruzaba un canal de desagüe que limitaba el tránsito hacia Santa Ana, y su construcción representó un gesto tanto práctico como afectuoso.

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Durante la planeación de la obra, Mercedes fue informada de que se colocarían pebeteros en los extremos del puente como remate ornamental. No obstante, ella propuso sustituirlos por esculturas de sus perros favoritos, Aníbal y Alejandro, dos mastines que le había regalado su hermano, el entonces presidente de México Antonio López de Santa Anna. La sugerencia fue aceptada y, desde entonces, el puente quedó adornado con cuatro esculturas caninas en piedra que aún permanecen vigilantes a cada lado.

Originalmente bautizado como Puente de la Merced de Santa Ana, en honor a Mercedes, una placa de mármol aún recuerda su nombre formal con la inscripción:

“Año de MDCCCXXX. Se construyó este puente bajo la dirección del Alarife don José de la Luz Solís”.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la gente comenzó a llamarlo Puente de los Perros, apodo que se volvió oficial gracias a la memoria popular.

El sitio no solo conserva su relevancia histórica. Vecinos del área aseguran que, en ocasiones, se escuchan ladridos misteriosos provenientes del puente, lo que ha dado pie a leyendas y relatos locales que envuelven a este monumento con un aura enigmática.

A pesar de su bajo perfil turístico, el Puente de los Perros es un rincón lleno de valor sentimental e histórico, que representa la fusión entre el urbanismo del siglo XIX, la vida cotidiana de la época y las expresiones íntimas de cariño familiar.

Hoy, sigue en pie como un símbolo de la ciudad y un recordatorio de que la historia también se escribe con pequeños gestos que perduran por generaciones.


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