Flores, dragones y algo más…

Luz, poder, magia y florecer
Estamos en una configuración muy interesante: Mercurio y Júpiter ingresan juntos a Cáncer, signo representante de la función materna que a todos conviene aprehender como herramienta fundamental para la supervivencia y el cuidado de lo vulnerable, lo sensible y delicado en cada ser.
Saber cuidar/maternar tiene mucho que ver con la capacidad de percibir las faltas y necesidades (propias y ajenas) y procurar su satisfacción, o en su defecto, compensación. Exagerar y priorizar el cuidado de los demás en perjuicio del propio no es saber cuidar.
Mercurio pone a disposición la capacidad de trabajar y aprender sobre estas temáticas desde la inteligencia emocional, mientras que Júpiter apunta a la necesidad de hacer foco en dos cuestiones clave para generar crecimiento y expansión en la zona Cáncer de nuestra carta natal: el recuerdo y el olvido.
El recuerdo y el olvido son cualidades o portentos de la memoria, entendida como capacidad de adquirir, almacenar, recuperar y perder/eliminar información.
Sin memoria seríamos incapaces de percibir, aprender y pensar. Sin recuerdos sería imposible saber quiénes somos y nuestra vida perdería sentido.
La memoria no solo sirve para recordar, además tiene una función prospectiva que nos permite imaginar nuestro futuro y planificar nuestras acciones.
El olvido también es importante, porque permite liberar espacio en la memoria y enfocarnos en la información útil y conveniente. No implica simplemente la pérdida de información, hay que entenderlo también como un proceso activo de defensa (represión/sublimación) frente a contenidos y escenas desagradables, traumáticas y dolorosas que la conciencia no puede tolerar.
Conviene considerar que los dos tránsitos se inician en tensión a Neptuno y a Saturno en Aries, lo que los impregna de una energía disponible orientada hacia cierta nostalgia y angustia existencial, que invita a recordar, integrar y resignificar las memorias pasadas de la historia personal y álmica que defensivamente hemos olvidado y cuya represión no es definitiva.
Reaparecerán y se manifestarán de manera simbólica en sueños, repeticiones de escenas que nos estancan, síntomas de desarmonía psíquica y actos fallidos o de autoboicot que develarán o permitirán acceder a ciertas “verdades” subjetivas que limitan y condicionan el crecimiento.
La memoria prioriza el almacenamiento de los recuerdos que nos producen emociones fuertes, tanto positivas como negativas y por ello, ciertas escenas son difíciles de olvidar, porque son memorias del corazón, memorias sutiles más allá de esta encarnación.
Recordar quiénes somos realmente, nuestra esencia y para qué estamos aquí y ahora es imprescindible si lo que queremos es avanzar sintiéndonos, seguros, cuidados y amados.
Someterse y sacrificarse a las demandas y necesidades de los demás resignando el deseo y las necesidades propias, solo nos generará sufrimiento y limitación.
Aprender a soportar la falta del otro, es decir, permitirle a los demás aprender a cuidarse, es el acto de amor más incondicional que les/nos podemos dar.
La sobreprotección a otros es el ego haciéndonos sentir necesarios e importantes como forma de compensar una falta de sentido en nuestras vidas; además, genera dependencia y es de la dependencia de lo que vinimos a liberarnos.
Para cuidar y enseñar a cuidar, hay que aprender a cuidarse primero.
Abrazo al corazón.